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Todos somos afrodescendientes

La cuestión de nuestras raíces negras

Publicado: 2016-10-31


“Hemos olvidado los humanos que todos somos afrodescendientes. Que somos una sola humanidad, que tenemos los mismos orígenes, la misma raíz, los mismos padres”. Margarita Ramírez Mazzetti nos hace esta -¿sorprendente?- afirmación. Si indagamos un poco, encontraríamos que hay varios indicios que confirman lo antes dicho. En el 2001, en la región de Chad, cerca de Camerún, encontraron un fósil que parece se trataría del último ancestro común entre chimpancé y homo. En el 2000, se presentaron fósiles homínidos hallados en Kenia, al Este africano, con unos seis millones de antigüedad. En el 2006, en Etiopía, se encontraron los restos de una niña de unos tres millones de años. ¿Qué tienen en común estos hallazgos?: todos vienen del mismo continente, el africano.

Los negros llegaron a América para ser esclavos. A las colonias conquistadas por la corona española, como el territorio antes llamado incaico, llegaron para hacer frente a la caída demográfica del pueblo indígena: vinieron para reemplazar a las manos que, por la infinidad de abusos, ya no estaban ahí para servir. Los negros, que en ese momento representaban una minoría, llegaron para reemplazar a lo que hasta ese momento era una mayoría. Ellos mismos siguieron recibiendo toda clase de abusos. Los campos de plantación de caña de azúcar, algodón y la servidumbre en las casas fueron sus lugares habituales. Las mujeres negras también llegaban para estar en el servicio doméstico donde eran abusadas sexualmente por sus amos. Ésta, en algunos casos, fue una forma de obtener su libertad.

Alrededor de dieciocho millones de negros fueron traídos a estas tierras. Cerca de siete millones murieron sólo en el transporte. Es de este modo, cómo “la negritud”, como la llama el poeta senegalés Leopoldo Sagnhor, empezó a irradiar la cultura que traía consigo. Africanos de Mauritania, Guinea, Sierra Leona, Camerún y el Congo fueron los iniciadores de poblaciones que ahora tienen su mayor concentración en Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador y en menor concentración, Perú. Los más beneficiados con este tráfico ingente fueron las grandes potencias de ese entonces, quienes consideraban al negro una mercadería valiosa: Francia, Inglaterra, España, Holanda, entre otros, se adjudicaron el poder de comercializar con ellos.

Siempre, al realizarse un proceso de sincretismo entre culturas, hay una ganancia pero también una pérdida en ambas. ¿Cuál fue el aporte de “la negritud”? El intelectual peruano José Carlos Mariátegui llegó a afirmar en los inicios del siglo XX: “El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadería, aparece más nulo y negativo aún. El negro trajo su sensualidad, su superstición, su primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creación de una cultura, sino más bien a estorbarla con el crudo y viviente influjo de la barbarie”. Es por demás extraño encontrar una expresión así en un intelectual que siempre estuvo a favor de los derechos del pueblo indígena, pero ése es otro asunto. Tenemos entonces una opinión que considera un lastre al contacto entre los antiguos y los nuevos habitantes. Una consideración más favorecedora, la tenemos en otro intelectual de la época, Luis Alberto Sánchez, quien argumentó que del negro hemos heredado “…, el matiz, la sensibilidad, el sentido de la naturaleza, del color, del ritmo, la irreverencia, la anarquía, la insolencia y la belfa”.

Podemos darnos cuenta que las ideas positivistas de donde se desprenden el “racismo científico”, que llegó al Perú en los inicios del siglo XX, están fuertemente enquistadas en las afirmaciones de ese período. Clemente Palma, otro intelectual peruano y seguidor de las ideas de Le Bon y Gobineau, y su tesis “El porvenir de las razas en el Perú”, de fines del siglo XIX, son otro ejemplo del discurso de la época. Para Palma, “la raza negra por ser raza inferior, irá también desapareciendo (…). Hoy mismo se observa cuánto ha decrecido, con el cruzamiento principalmente, en los centros más populares y civilizados del Perú”.

Estos conceptos de la raza negra son sólo una herencia de lo que hasta ese momento se fue asumiendo en el Perú –y en otras partes- sobre el lugar de sus miembros en nuestra sociedad y de los estereotipos que sobre ella se fueron imponiendo. Llama la atención lo que cuenta el sociólogo Gonzalo Portocarrero al comentar las conocidas “Pinturas de Castas” encargadas por el rey Carlos III en el siglo XVIII. Éstas pinturas fueron realizadas con el fin de “clasificar las distintas mezclas entre las razas puras: blancos, indios y negros”. Revisando los cuadros donde se muestra el mestizaje entre blancos y negros, podemos ver que las escenas siempre se desenvuelven en una atmósfera de violencia: la mujer negra atacando al esposo blanco mientras el producto de este matrimonio, el niño mulato, trata de separarlos o es rechazado por su padre. Al observar estas imágenes, en palabra de Portocarrero, “el hecho es que estos cuadros manifiestan un horror a la sangre negra, postulada como feroz y sucia”.

La literatura también se ha encargado de darle su lugar a la negritud. Las novelas, siempre recomendables testigos de los hechos, nos han mostrado distintas realidades que los negros han tenido que soportar. El fenómeno del racismo durante el sistema del “apartheid”, del que bien ha escrito el novelista J.M. Coetzee en “Esperando a los bárbaros” o “La edad de hierro”; o el protagonismo de un negro rebelde y auspiciado por su fanatismo religioso y sus ansias por escapar del papel de esclavo que la historia le tenía reservado en el libro “Las confesiones de Natan Turner” del estadounidense William Styron. Ya más cerca de la realidad peruana, tenemos la famosa novela “Matalache” de López Albújar donde leímos las penurias del mulato José Manuel en una caserón en la ciudad de Piura; o el proceso de enajenación de “Roberto-Bobby-Bob” López en el conocido cuento “Alienación” de Julio Ramón Ribeyro.

Éstas son sólo algunas muestras del lugar que le hemos impuesto a los negros en nuestra historia. Inclusive hoy podemos observar rezagos del mismo en las noticias del maltrato de policías estadounidenses –que han llegado hasta la muerte- en las manifestaciones a favor de sus derechos; podemos escuchar los discursos racistas en las bromas que hacemos o en la discriminación de los lugares que se reservan el derecho de admisión. Volviendo a la afirmación que tomamos al inicio, si se trata de buscar una sociedad justa e igualitaria, deberíamos de intentar recrear nuestra memoria y superar legados que deberían estar extintos al recordar que todos somos afrodescendientes.


Escrito por

Juan José

"Discrepar es una forma de aproximarnos"


Publicado en

Racismos

Con las esperanza de hacer pensar un poco en nuestras diferencias